Recordar para no repetir, repetir para no recordar.

Las repeticiones son mecanismos inconscientes insistentes, que vuelven una y otra vez en diferentes momentos, en distintas situaciones y no sabemos que se están produciendo hasta que al experimentarlo una y otra vez incómodamente, nos llaman la atención. Gracias a hacernos cargo de sentir esa incomodidad, es que podemos iniciar el proceso de descubrir el por qué y modificar nuestra situación.

Lo que no se simboliza mediante la palabra,

lo que no puede ser dicho,

pasa a la conducta sin que nos demos cuenta.

Estas situaciones con las que quedamos marcados, suelen sucedernos en momentos en los que somos niños y no tenemos los recursos necesarios para valorar si lo que nos pasa es funcional o disfuncional, sólo las vivienciamos e introyectamos como las experimentamos, aprendemos de lo que vivenciamos, no existe otra realidad, otra forma. Además tampoco solemos dudar sobre lo que nos dicen nuestros padres o referentes y lo tomamos como cierto. Ambas situaciones facilitan la formación de estos patrones que son acciones inconscientes, carentes de análisis y por lo tanto, nos afectan en la adultez sin que entendamos el motivo de nuestras elecciones y acciones.

Repetimos para no recordar, recordamos para no repetir. Estamos destinados a la repetición de lo que nos ha dejado marca profunda sin saberlo (puede ser un evento traumático, una frase con alto contenido emocional, un mandato recibido como dogma, una creencia, etc) y en el transcurso de la vida lo repetimos como oportunidades para trascenderlo, para entenderlo, aprender de ello y sanarlo. Darle sentido a lo que nos sucede toma tiempo y trabajo psíquico pero es totalmente beneficioso ya que una vez que nos desprendemos de la repetición vamos a poder elegir desde un lugar más auténtico, desde nuestros valores y no desde lugares conocidos pero que no nos hacen bien.

Otro motivo relacionado por el cual repetimos, es porque como actuamos ante los eventos traumáticos (obviamente que como podemos y con los recursos que disponemos en ese momento) generamos antecedentes para nuestra mente y en eventos parecidos, el cerebro ya sabe como reaccionar, evita sufrir, prefiere no generar gasto de energía en pensar nuevas alternativas y actúa por automatismos que "funcionaron" en algún momento (funcionaron como sinónimo a sobrevivir)

Cuando surgen en el discurso estos patrones, en terapia los visibilizamos desde la palabra. El paciente, dispuesto a recordar y analizar el pasado, superando mecanismos de defensa, puede llegar al momento que lo marcó para darle un origen a su repetición cíclica.

En el momento en el que las vendas caen,

es que todo cobra sentido y vamos hacia la cura del sufrimiento.

Una de las formas de abordarlo es empezando a identificar qué es lo que dicen mis pensamientos.

Poder decir qué te duele.

¿Qué te molesta del otro?

¿Qué te gustaría cambiar?

¿A qué te recuerda esto?

¿Qué mensaje sobre mi mismo me trae?

Lo que veo en el afuera, es lo que debería pensar en inversión. Ver si lo que me hace daño del otro no es una herida infantil propia en el vínculo con mis imagos (imágenes mentales maternas y paternas), un bloqueo, un trauma, un miedo, etc.

Hay que tener en claro qué es lo que no quiero volver a experimentar.

Hay que atravesar el miedo y poder poner el límite (tanto a mi como al otro), comunicarlo, sabiendo que puede haber consecuencias que no me gusten, pero que nunca serán menos dolorosas que seguir repitiendo escenas de las que ya no quieres ser parte.

"Hasta que inconsciente no se haga consciente,

el subconsciente seguirá dirigiendo tu vida y tú lo llamarás destino."

Carl Jung

Si vuelve algo del pasado, es porque necesito darle un significado diferente, porque el que se cristalizó en mi memoria me genera dolor. Para trabajarlo en profundidad podes agendar tu cita y te acompaño en el proceso.

Con amor, Lic. Juana Testa